Evitar la pregunta: evidencia sobre la empatía

Evitar la pregunta: evidencia sobre la empatía

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Hoy presentamos una publicación invitada de la asociada del proyecto IPA, Hannah Trachtman. ella acaba de publicar un papel con los coautores James Andreoni y Justin M. Rao sobre lo que hace que las personas den cuando se enfrentan a voluntarios del Ejército de Salvación que tocan campanas y/o nos piden dinero. A medida que las personas finalizan sus donaciones de 2011, creemos que esta publicación es particularmente interesante, porque nos hace pensar en cómo y por qué pensamos en donar.

En IPA, lo que más nos preocupa es descubrir cómo tener más que buenas intenciones. Pero también vale la pena pensar de dónde vienen las buenas intenciones en primer lugar. ¿Por qué nos preocupamos por otras personas? Algunos investigadores piensan que lo que parece ser generosidad es en realidad solo egoísmo indirecto: creemos que los actos generosos serán recíprocos o esperamos que la cooperación nos beneficie. Otros han propuesto varias teorías de las preferencias sociales y la aversión a la desigualdad. En los intentos de entender porque somos altruistas, algunos estudios recientes han planteado la cuestión ligeramente diferente de cuando somos altruistas, o bajo que circunstancias. ¿Hasta qué punto nos preocupamos por un miembro de la familia frente a un amigo frente a un extraño? ¿Qué pasa si no podemos imaginar lo que podríamos hacer para ayudar? ¿Qué pasa si sabemos que nuestro acto de generosidad será reconocido y apreciado públicamente? 

Los investigadores han investigado estas preguntas en el ámbito de las donaciones benéficas y han encontrado algunas respuestas interesantes. Dar aumenta cuando se reduce la distancia social, cuando los sujetos se comunican y cuando el acto de dar es visible públicamente. Estos resultados sobre la importancia de las circunstancias en el altruismo inspiran una nueva pregunta: ¿hasta qué punto creamos realmente nuestras propias circunstancias? Desafortunadamente para IPA, nuestras circunstancias no se asignan al azar. Son al menos algo endógenos: tenemos algo que decir sobre quién se convierte en nuestro amigo y quién sigue siendo un extraño, con quién nos comunicamos y cómo nos presentamos ante el mundo. Si solo nos enfocamos en dar, y no en las circunstancias de dar en las que nos colocamos, entonces solo estamos viendo la mitad de la imagen.

En nuestro estudio, “Evitar pedir: un experimento de campo sobre el altruismo, la empatía y las donaciones benéficas”, observamos dar, pero también observamos la selección o clasificación en la circunstancia de que se nos pida dar. Específicamente, observamos si los compradores evitan o buscan a los abogados que hacen sonar las campanas durante la campaña anual Red Kettle del Ejército de Salvación. En el invierno de 2009, tocamos las campanas de un supermercado en Boston durante cuatro días. Variamos dos aspectos de la solicitación. Primero, variamos qué puertas de supermercado estaban cubiertas por abogados: la mitad del tiempo, mantuvimos dos abogados en ambas puertas principales; la otra mitad del tiempo, sacamos a un abogado (dando a la gente la oportunidad de evitar la solicitación usando la otra puerta). En segundo lugar, variamos la intensidad de la solicitud: la mitad del tiempo, tocábamos campanas, hacíamos contacto visual y decíamos “Hola, Feliz Navidad, por favor dona hoy”; la otra mitad del tiempo, solo tocamos campanas. Contamos el tráfico a través de ambas puertas, instancias de donaciones y donaciones. 

Encontramos que la solicitud verbal tiene un efecto importante tanto en la conducta de dar como en la de evitación. La solicitud verbal aumentó las tasas de donación en casi un 60 %, y más del 25 % de los clientes optaron por evitar la solicitud verbal cambiando la entrada de la tienda que usaban. ¿Qué es lo que hace que esta circunstancia en particular, que se nos pida que hagamos obras de caridad, tenga una influencia tan poderosa en nuestro comportamiento? Creemos que tiene algo que ver con la empatía. Que nos miren a los ojos y nos pidan que demos estimula nuestra empatía, lo que a veces hace que demos y otras veces que evitamos esa solicitud verbal por completo (si esperamos que demos de mala gana, o que no demos y nos sintamos culpables). 

Una pregunta que nuestro estudio no responde es si este tipo de estimulación empática tiene efectos positivos o negativos sobre el bienestar. Probablemente sea bueno e importante si nos ayuda a reconocer las cosas que nos importan en el mundo y actuar en consecuencia. Pero no es tan bueno si nos obliga a dar cuando no queremos, o si nos hace sentir culpables por no dar cuando no podemos (y si cualquiera de estas cosas nos hace evitar la estimulación enfática en el primer lugar). El problema es que, en realidad, tenemos muy poco control sobre nuestra empatía: está sujeta a los especialistas en marketing, a nuestro estado de ánimo y a los encuentros fortuitos con campaneros. En un mundo ideal, tal vez aprovecharíamos un poco más nuestra empatía: estimularnos empáticamente con regularidad, tomar decisiones sobre las cosas que nos importan y dar de una manera que tenga sentido para nosotros. Los resultados de este estudio dejan en claro que aún no hemos llegado a ese punto, pero es algo en lo que pensar cuando pasamos (o no) junto a los campaneros en esta temporada navideña. 

30 de diciembre de 2011