Hace una década, muchos en la comunidad de desarrollo actuaron con las mejores intenciones, pero sin la mejor evidencia. Si los hogares carecen de agua potable, ayudar a construir pozos; si las personas sufren de mala salud, mejorar los servicios de salud; si los pobres carecen de capital para iniciar negocios, darles crédito. La realidad es más complicada de lo que permiten las mejores intenciones. El agua de pozo puede estar contaminada, la gente no siempre acude a su clínica local y, para algunos, los ahorros o el seguro pueden ser mejores que el crédito. Cuando los recursos son limitados (¿y cuándo no lo son?), debemos esforzarnos por hacer el mayor bien posible con los recursos que tenemos.