En 2008, Uganda otorgó $400 por persona a cientos de pequeños grupos para ayudar a los miembros a iniciar oficios especializados individuales. Cuatro años después, una evaluación experimental encontró que las subvenciones aumentaron las ganancias en un 38 % (Blattman, Fiala, Martinez 2014). Regresamos después de 9 años para encontrar que estas subvenciones iniciales actuaron más como un puntapié inicial que como un impulso para salir de la pobreza. La inversión de los beneficiarios se estabilizó; los controles eventualmente aumentaron sus ingresos a través de negocios y trabajo eventual; y así ambos grupos convergieron en empleo, ingresos y consumo. Las subvenciones tuvieron impactos duraderos en los activos, el trabajo calificado y posiblemente la salud infantil, pero tuvieron poco efecto en la mortalidad, la fertilidad, la salud o la educación.